lunes, 26 de diciembre de 2011

Max Stirner y la apología del egoismo


Max Stirner decía que Dios y la humanidad jamás se habían preocupado por nada que no fuera ellos mismos. Al pequeño y miserable hombre se le obligaba a afiliarse a causas superiores, si bien fuera la Verdad, la Razón o la Justicia, porque se asumía que su insignificancia lo hacía indigno de volver la mirada sobre sí mismo. ¡Pues no, nada de eso!, protestaba Stirner. Si Dios sólo servía a su propia causa, ¿Por qué el hombre debía obrar de forma distinta?. Stirner estaba dispuesto a emular a Dios y a renegar de cualquier meta o proyecto que no surgiera de sí mismo, de su interés, de su egoísmo. Para él, todo lo que estaba más allá del hombre era una invención que coartaba su libertad. Lo real era el individuo y el poder de su voluntad. Lo demás – la Iglesia, el Estado, la razón, la verdad, la ley, la sociedad o los derechos humanos igualitaristas-, tan sólo espejismos que limitaban su potencia y libertad. Nada obligaba al hombre a responsabilizarse por abstracciones que no estaban relacionadas con lo que realmente era suyo, ¿Y cual era su única posesión?. Ni lo verdadero, ni lo justo, ni lo libre, sólo el yo. A partir de él, y no de principios o demandas externas, se debía crear el mundo….
Fuente: Párrafo extraído del "El puño invisible" de Carlos Granés, Editorial Taurus, página 31.

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