sábado, 24 de diciembre de 2011

Fausto, Mefistófeles, Goethe, e historias que se repiten en el tiempo

Párrafo extraído de la página 216 y sig. de Maquinaciones de Pablo Capanna. Cualquier similitud con la realidad es pura coincidencia.

".....En los últimos capítulos del poema de Fausto de Goethe, Fausto aparece empeñado en una verdadera revolución productiva. Su socio Mefistófeles acaba de inventar el papel moneda, el endeudamiento público y hasta la inflación. Fausto le ha encargado ejecutar sus planes de modernización y ha puesto a sus órdenes un vasto ejército de trabajadores sometidos a duras fatigas y una férrea disciplina. Durante las noches, las mesnadas remueven la tierra, queman los bosques, extraen minerales del subsuelo, ganan tierras al mar, abren canales y construyen diques.
Cuando lasangre y el sudor ya han dejado de correr y los últimos ecos de los gritos se apagaron, Fausto sube a su mirador de la colina y se extasía imaginando que pronto allí “vivirán millones, inseguros, pero libres para la acción”. Lo de “inseguros” merece destacarse, porque es todo un programa.
De pronto, allá en  las dunas junto al mar, Fausto  descubre que dentro de sus tierras han quedado en pie una cabaña, una capilla y un jardín. Allí viven Filemón y Baucis que fueron respetados por las cuadrillas porque se dice que socorren a náufragos y vagabundos.
A Fausto, la cabaña de los viejos le resulta un estorbo, porque se le acaba de ocurrir que tiene que levantar una torre precisamente ahí. Tratándose del Progreso y de gente tan inútil como esa, explica, “uno se cansa de ser justo….”. En consecuencia, se le ocurre expropiar la casa y manda emisarios a negociar y les prometen que serán reubicados en una vivienda más moderna, lejos del teatro de operaciones. Pero los viejos son testarudos y se empeñan en quedarse en ese lugar.
Entonces Fausto convoca a su consejero Mefistófeles. Como todos saben, Mefistófeles es el diablo. Como tal, se siente obligado a recordarle a Fausto que “quien tiene la fuerza, también tiene el derecho”, pero para conformarlo promete ocuparse personalmente del asunto.
Por la noche, el vigía divisa un incendio entre las dunas. A la mañana, Mefisto se presenta ante Fausto para reportar que él su grupo de tareas han allanado el lugar, y ante la inoportuna resistencia de los viejos, se han visto obligados a matarlos y prenderle fuego el rancho.
Fausto se horroriza, llama “monstruo” a Mefisto y lo echa de su despacho. Pero el diablo se marcha con una sonrisa, no sin antes recordar la historia del rey Ajab, que según cuenta la Biblia ya había hecho cosas similares. Después de todo, sugiere, alguien tiene que hacer el trabajo sucio."

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