".....En los
últimos capítulos del poema de Fausto de Goethe, Fausto aparece empeñado en una
verdadera revolución productiva. Su socio Mefistófeles acaba de inventar el
papel moneda, el endeudamiento público y hasta la inflación. Fausto le ha encargado
ejecutar sus planes de modernización y ha puesto a sus órdenes un vasto
ejército de trabajadores sometidos a duras fatigas y una férrea disciplina.
Durante las noches, las mesnadas remueven la tierra, queman los bosques,
extraen minerales del subsuelo, ganan tierras al mar, abren canales y
construyen diques.
Cuando
lasangre y el sudor ya han dejado de correr y los últimos ecos de los gritos se
apagaron, Fausto sube a su mirador de la colina y se extasía imaginando que
pronto allí “vivirán millones, inseguros, pero libres para la acción”. Lo de “inseguros”
merece destacarse, porque es todo un programa.
De pronto,
allá en las dunas junto al mar,
Fausto descubre que dentro de sus
tierras han quedado en pie una cabaña, una capilla y un jardín. Allí viven
Filemón y Baucis que fueron respetados por las cuadrillas porque se dice que
socorren a náufragos y vagabundos.
A Fausto, la
cabaña de los viejos le resulta un estorbo, porque se le acaba de ocurrir que
tiene que levantar una torre precisamente ahí. Tratándose del Progreso y de
gente tan inútil como esa, explica, “uno se cansa de ser justo….”. En
consecuencia, se le ocurre expropiar la casa y manda emisarios a negociar y les
prometen que serán reubicados en una vivienda más moderna, lejos del teatro de
operaciones. Pero los viejos son testarudos y se empeñan en quedarse en ese
lugar.
Entonces Fausto
convoca a su consejero Mefistófeles. Como todos saben, Mefistófeles es el
diablo. Como tal, se siente obligado a recordarle a Fausto que “quien tiene la
fuerza, también tiene el derecho”, pero para conformarlo promete ocuparse personalmente
del asunto.
Por la
noche, el vigía divisa un incendio entre las dunas. A la mañana, Mefisto se
presenta ante Fausto para reportar que él su grupo de tareas han allanado el
lugar, y ante la inoportuna resistencia de los viejos, se han visto obligados a
matarlos y prenderle fuego el rancho.
Fausto se
horroriza, llama “monstruo” a Mefisto y lo echa de su despacho. Pero el diablo
se marcha con una sonrisa, no sin antes recordar la historia del rey Ajab, que
según cuenta la Biblia ya había hecho cosas similares. Después de todo,
sugiere, alguien tiene que hacer el trabajo sucio."
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