Citando a Nan
Ellin, “permitiendo que florezca la diversidad ( de personas, actividades,
creencias, etc)”, un espacio público hace posible que se integren (o se
reintegren) “las diferencias sin erradicarlas; de hecho, las celebra. EL miedo
y la inseguridad se ven aliviados por la preservación de la diferencia y por la
posibilidad de moverse libremente por la ciudad”. La tendencia a retirarse de
loso espacios públicos hacia islas de uniformidad se convierte, con el tiempo,
en el mayor obstáculo a la convivencia con la diferencia, porque hace que las
aptitudes para el diálogo y la negociación languidezcan y se acaben perdiendo.
La exposición a la diferencia es la que, con el tiempo, se convierte en el
factor principal de una convivencia feliz, porque hace que, en ese caso, sean
las raíces urbanas del miedo las que se consuman y se sequen.
Extraido de Vïda Líquida, de Zygmunt Bauman, Ed. Paidós Estado y Sociedad, página 105.
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