Max Stirner
decía que Dios y la humanidad jamás se habían preocupado por nada que no fuera
ellos mismos. Al pequeño y miserable hombre se le obligaba a afiliarse a causas
superiores, si bien fuera la Verdad, la Razón o la Justicia, porque se asumía
que su insignificancia lo hacía indigno de volver la mirada sobre sí mismo.
¡Pues no, nada de eso!, protestaba Stirner. Si Dios sólo servía a su propia
causa, ¿Por qué el hombre debía obrar de forma distinta?. Stirner estaba
dispuesto a emular a Dios y a renegar de cualquier meta o proyecto que no
surgiera de sí mismo, de su interés, de su egoísmo. Para él, todo lo que estaba
más allá del hombre era una invención que coartaba su libertad. Lo real era el
individuo y el poder de su voluntad. Lo demás – la Iglesia, el Estado, la
razón, la verdad, la ley, la sociedad o los derechos humanos igualitaristas-,
tan sólo espejismos que limitaban su potencia y libertad. Nada obligaba al
hombre a responsabilizarse por abstracciones que no estaban relacionadas con lo
que realmente era suyo, ¿Y cual era su única posesión?. Ni lo verdadero, ni lo
justo, ni lo libre, sólo el yo. A partir de él, y no de principios o demandas
externas, se debía crear el mundo….
Fuente: Párrafo extraído del "El puño invisible" de Carlos Granés, Editorial Taurus, página 31.
Párrafo extraído de la página 216 y sig. de Maquinaciones de Pablo Capanna. Cualquier similitud con la realidad es pura coincidencia.
".....En los
últimos capítulos del poema de Fausto de Goethe, Fausto aparece empeñado en una
verdadera revolución productiva. Su socio Mefistófeles acaba de inventar el
papel moneda, el endeudamiento público y hasta la inflación. Fausto le ha encargado
ejecutar sus planes de modernización y ha puesto a sus órdenes un vasto
ejército de trabajadores sometidos a duras fatigas y una férrea disciplina.
Durante las noches, las mesnadas remueven la tierra, queman los bosques,
extraen minerales del subsuelo, ganan tierras al mar, abren canales y
construyen diques.
Cuando
lasangre y el sudor ya han dejado de correr y los últimos ecos de los gritos se
apagaron, Fausto sube a su mirador de la colina y se extasía imaginando que
pronto allí “vivirán millones, inseguros, pero libres para la acción”. Lo de “inseguros”
merece destacarse, porque es todo un programa.
De pronto,
allá enlas dunas junto al mar,
Faustodescubre que dentro de sus
tierras han quedado en pie una cabaña, una capilla y un jardín. Allí viven
Filemón y Baucis que fueron respetados por las cuadrillas porque se dice que
socorren a náufragos y vagabundos.
A Fausto, la
cabaña de los viejos le resulta un estorbo, porque se le acaba de ocurrir que
tiene que levantar una torre precisamente ahí. Tratándose del Progreso y de
gente tan inútil como esa, explica, “uno se cansa de ser justo….”. En
consecuencia, se le ocurre expropiar la casa y manda emisarios a negociar y les
prometen que serán reubicados en una vivienda más moderna, lejos del teatro de
operaciones. Pero los viejos son testarudos y se empeñan en quedarse en ese
lugar.
Entonces Fausto
convoca a su consejero Mefistófeles. Como todos saben, Mefistófeles es el
diablo. Como tal, se siente obligado a recordarle a Fausto que “quien tiene la
fuerza, también tiene el derecho”, pero para conformarlo promete ocuparse personalmente
del asunto.
Por la
noche, el vigía divisa un incendio entre las dunas. A la mañana, Mefisto se
presenta ante Fausto para reportar que él su grupo de tareas han allanado el
lugar, y ante la inoportuna resistencia de los viejos, se han visto obligados a
matarlos y prenderle fuego el rancho.
Fausto se
horroriza, llama “monstruo” a Mefisto y lo echa de su despacho. Pero el diablo
se marcha con una sonrisa, no sin antes recordar la historia del rey Ajab, que
según cuenta la Biblia ya había hecho cosas similares. Después de todo,
sugiere, alguien tiene que hacer el trabajo sucio."
“Las posibilidades de que el Reino Unido funcione al margen de Europa son mínimas, porque ni siquiera una superpotencia como Estados Unidos es capaz de actuar al margen de los mercados globalizados”. El filósofo y sociólogo Zigmunt Bauman (Poznań, Polonia, 1925), que reside en Inglaterra desde hace décadas, remite al viejo titular del Times que rezaba “El continente, aislado” cuando había niebla en el canal de la Mancha. “Ya no es así”, señala, “con la decisión de Cameron, el Reino Unido se separará de Europa con consecuencias imprevisibles”.
Bauman, que está en Barcelona para cerrar el ciclo de diálogos organizado por la Fundación Catalunya Caixa en La Pedrera, considera que el problema del mundo contemporáneo para poder aplicar políticas efectivas, es el divorcio entre el poder y la política. “Antes el poder y la política residían en el estado nación”, explica, “podía haber contradicciones, debates y posiciones contrapuestas sobre un tema, pero una vez se había decidido qué era lo que se iba a hacer ya no había ninguna duda: el estado nación lo haría”. Nada de esto sucede ahora. Angela Merkel y Nicolas Sarkozy decidieron algo el sábado y se han pasado el fin de semana temblando hasta ver como respondían hoy los mercados. Esto es lo que entiendo por separación de poderes. Los políticos han perdido el brazo ejecutor”.
“Cameron mintió cuando dijo que lo hacía en el interés del Reino Unido; lo hacía en interés del partido Tory”, asegura. “La diferencia entre Cameron y Margaret Thatcher o John Major es que estos entendían claramente que para utilizar a Europa en beneficio del Reino Unido había que estar en Europa, en las instituciones. Major incluso hizo amigos entre los líderes europeos; tenía una gran amistad con Helmuth Kohl. Cameron no, está muy lejos de Europa y no conoce a nadie y todos están contra él; ha dejado libre la silla que Thatcher nunca hubiera abandonado y se juega la supervivencia del Reino Unido como entidad económica viable, capaz de asegurar la ley y el orden dentro de ciertas condiciones de vida. Por el contrario, creo que Europa sale reforzada de este episodio, porque la presencia británica era un factor que alteraba la política europea”.
Cree Bauman que la única posibilidad que tiene la Unión Europea de salir adelante es que consiga reconciliar el poder y la política. Pero considera que están en quiebra los dos pilares sobre los que se articula una sociedad: la solidaridad y la confianza. “En estos momentos sólo se construyen alianzas ad hoc, mientras dure la satisfacción. No existe la lealtad. Una cosa sirve sólo hasta que sale la siguiente que la reemplaza. De la misma manera que las relaciones entre el yo y el resto son extremadamente volubles, lo mismo sucede para entrar o salir de una alianza. La confianza es la base de las relaciones humanas y ahora no hay nada en que confiar. De hecho se produce una especie de círculo vicioso. “La gente cree que las cosas son frágiles y quebradizas, que nada es permanente, lo que hace que se comporten como si todo fuera frágil y quebradizo, lo que hace que esta percepción acabe cumpliéndose”.
Históricamente, Bauman considera que estamos en un interregno, en el sentido del concepto que acuñó Tito Livio en su Historia de Roma. “Rómulo reinó 38 años, que era la media de vida en su tiempo. Cuando murió nadie conocía otra cosa que el reinado de Rómulo. En eso consiste un interregno. ¿Qué hacer después de Rómulo? Esto es lo que crea temores. Es esa situación en la que lo viejo ha muerto pero no ha nacido lo nuevo. El poder, el poder real que controla nuestras vidas ya es global, pero nuestros políticos piensan y actúan como si todavía fuera local. Nos enfrentamos a la necesidad de crear un nuevo paradigma, un nuevo modelo que vuelva a conectar la política con el poder. Y no creo que esto se pueda hacer al nivel del estado Nación. Habrá que crear algo equivalente a lo que hicieron nuestros padres con el estado Nación; unificar las leyes, las jurisdicciones… La idea de que los estados locales pueden determinar lo que sucede está fuera de lugar. La soberanía es un concepto zombie, que hace creer que está viva, pero está muerta.
Para Bauman el liberalismo tal y como lo definió Adam Smith, ha fracasado. “Esbozó la teoría de que pese a que en las sociedades todo es mudable, nada es perfecto, y las circunstancias llevan al desorden, existe la mano invisible del mercado que acaba poniendo orden. El colapso del crédito demuestra lo contrario. El mercado no es sabio, produce constantes problemas que es incapaz de resolver por sí solo. Otro principio ha caído. Y si no confiamos en el mercado ¿Qué hacemos con nuestros ahorros? ¿Por qué no optamos por vivir carpe diem? Esta es posiblemente una de las consecuencias de esta crisis. Otra consecuencia es la desaparición del sueño de la meritocracia. Las desigualdades siempre han existido, pero desde hace varios siglos se cree que la educación podía restablecer la igualdad de oportunidades. Ahora, el 51% de los jóvenes titulados universitarios están en el paro y los que tienen trabajo, tienen un empleo muy por debajo de sus cualificaciones. Los grandes cambios de la historia nunca llegaron de los pobres de solemnidad, sino de la frustración de gentes con grandes expectativas que nunca llegaron”.
Los
terapeutas de la cultura suelen decirnos que el cambio tecnológico genera dos
patologías opuestas. Una es la tecnofilia de esos que viven pendiente de “lo
último” y suelen naufragar en las neurosis cada vez que descubren que atraso es
inevitable. La otra es la tecnofobia de aquellos que están emocionalmente
bloqueados para aceptar lo nuevo.-
Tecnofilia y
tecnofobia son las neurosis tecnológicas más comunes, pero son curables. No
ocurre lo mismo con la tecnoclastía y la tecnolatría, que son verdaderas
psicosis posindustriales. Entre quienes las padecen están esos que sueñan con
destruir las máquinas y aquellos otros que desearían ponerlas en un altar.-
Los “tecnoclastas”
del tipo Unabomber no son tan escasos como se cree. No se dedican a rompen
máquina, pero las sabotean, como esos hackers que preocupan a empresas y
gobiernos.-
Su
contrapartida es la “tecnolatría”. Se proclaman “transhumanistas” y esperan la
llegada de una “singularidad” tecnológica, a partir de la cual podremos
abandonar definitivamente el mundo biológico para integrarnos a máquinas y
sistemas.-
Párrafo extraido de la página 64 de "Maquinaciones. El otro lado de la tecnología", de Pablo Capanna, Editorial Paidos.
"Lo
siento, pero no quiero ser emperador. No es lo mío. No quiero gobernar o
conquistar a nadie. Me gustaría ayudar a todo el mundo, si fuera posible: a
judíos, gentiles, negros, blancos. Todos nosotros queremos ayudarnos mutuamente.
Los seres humanos somos así. Queremos vivir para la felicidad y no para la
miseria ajena. No queremos odiarnos y despreciarnos mutuamente. En este mundo
hay sitio para todos. Y la buena tierra es rica y puede proveer a
todos.
El
camino de la vida puede ser libre y bello; pero hemos perdido el camino. La
avaricia ha envenenado las almas de los hombres, ha levantado en el mundo
barricadas de odio, nos ha llevado al paso de la oca a la miseria y a la
matanza. Hemos aumentado la velocidad. Pero nos hemos encerrado nosotros mismos
dentro de ella. La maquinaria, que proporciona abundancia, nos ha dejado en la
indigencia. Nuestra ciencia nos ha hecho cínicos; nuestra inteligencia, duros y
faltos de sentimientos. Pensamos demasiado y sentimos demasiado poco. Más que
maquinaria, necesitamos humanidad. Más que inteligencia, necesitamos amabilidad
y cortesía. Sin estas cualidades, la vida será violenta y todo se
perderá.
El
avión y la radio nos han aproximado más. La verdadera naturaleza de estos
adelantos clama por la bondad en el hombre, clama por la fraternidad universal,
por la unidad de todos nosotros. Incluso ahora, mi voz está llegando a millones
de seres de todo el mundo, a millones de hombres, mujeres y niños desesperados,
víctimas de un sistema que tortura a los hombres y encarcela a las personas
inocentes. A aquellos que puedan oírme, les digo: “No desesperéis”.
La
desgracia que nos ha caído encima no es más que el paso de la avaricia, la
amargura de los hombres, que temen el camino del progreso humano. El odio de los
hombres pasará, y los dictadores morirán, y el poder que arrebataron al pueblo
volverá al pueblo. Y mientras los hombres mueren, la libertad no perecerá
jamás.
Soldados.
No os entreguéis a esos bestias, que os desprecian, queos esclavizan, que
gobiernan vuestras vidas; decidles lo que hay que hacer, lo que hay que pensar y
lo quehay que sentir. Que os obligan a hacer la instrucción, que os tienen a
media ración, que os tratan como a ganado y os utilizan como carne de cañón. No
os entreguéis a esos hombres desnaturalizados, a esos hombres-máquina con
inteligencia y corazones de máquina. Vosotros no sois máquinas. Sois hombres.
Con el amor de la humanidad en vuestros corazones. No odiéis. Sólo aquellos que
no son amados odian, los que no son amados y los desnaturalizados.
Soldados.
No luchéis por la esclavitud. Luchad por la libertad. En el capítulo diecisiete
de san Lucas está escrito que el reino de Dios se halla dentro del hombre, no de
un hombre o de un grupo de hombres, sino de todos los hombres. En vosotros.
Vosotros, el pueblo tenéis el poder, el poder de crear máquinas. El poder de
crear felicidad. Vosotros, el pueblo, tenéis el poder de hacer que esta vida sea
libre y bella, de hacer de esta vida una maravillosa aventura. Por tanto, en
nombre de la democracia, empleemos ese poder, unámonos todos. Lucharemos por un
mundo nuevo, por un mundo digno, que dará a los hombres la posibilidad de
trabajar, que dará a la juventud un futuro y a los ancianos
seguridad.
Prometiéndoos
todo esto, las bestias han subido al poder. Pero mienten. No han cumplido esa
promesa. No la cumplirán. Los dictadores se dan libertad a sí mismos, pero
esclavizan al pueblo. Ahora, unámonos para liberar el mundo, para terminar con
las barreras nacionales, para terminar con la codicia, con el odio y con la
intolerancia. Luchemos por un mundo de la razón, un mundo en el que la ciencia y
el progreso lleven la felicidad a todos nosotros. Soldados, en nombre de la
democracia, unámonos."