Sacar
conclusiones teniendo en cuenta el día a día en el cual vivimos es como tratar
de entender a un bosque solo mirando el árbol que se encuentra cercano a
nosotros. Es un indicio indudablemente, pero no nos permitirá tener una visión
completa de donde venimos y hacia donde vamos.
Y
cada día necesitamos con mayor precisión saber hacia donde nos dirigimos, una
idea concreta de lo que buscamos, para que las circunstancias que nos pueden
confundir queden en simples anécdotas. Y eso no implica que no podamos cambiar
el rumbo que nos hubiéramos fijados, pero si implica que debemos ser nosotros
quien tratemos de adoptar la decisión de buscar nuevos horizontes.
Y
nuestros entornos se amparan en el día a día para justificar miles de sus
acciones, para culpar sus inacciones o acciones desastrosas para su vida
personal, familiar y profesional en la velocidad diaria en la que vivimos.
Y el día a día nos dice que no
tenemos tiempos, siendo en la realidad en la mayoría de los casos un paradigma
de nuestro desorden mental que nos impide determinar que cosas de las que
hacemos son productivas y cuales no.
Debemos
dejar de ser miopes, ver más allá de circunstancias que nos pueden aquejar momentáneamente
y creer que nosotros también somos dueños de fijarnos objetivos y hacer lo
imposible para conseguirlos.
Serán
nuestras fortalezas las que nos permitirán que un mal humor pasajero, que una
circunstancia fortuita o un mal día no apañen que nos alejemos de las cosas que
realmente valen la pena.
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