Cuando
ejercemos el liderazgo en una familia, grupo de amigos o de trabajo una de las
tareas más difíciles de llevar a cabo es subir de los objetivos que tratamos de
conseguir, sin que esa exigencia resienta al grupo.
En
muchísimas ocasiones exigir más horas de estudio, trabajo o dedicación en
alguna tarea puede sentirse en el momento como un acto de tiranía o
despropósito que puede hacer resentir una relación.
Es
en estas circunstancias donde el líder debe tener la claridad de pensamientos
para hablar con los miembros del grupo que se pudieren sentir disconformes y
explicar los objetivos que se persiguen, y el porque de las decisiones que se
deben adoptar.
En
estas situaciones la comunicación es fundamental, es la tabla de salvación para
receptores de las decisiones.
Cuando
hablamos de comunicación no nos referimos a un discurso unidireccional donde
solamente enunciamos directivas, sino que también debemos lograr que participe
activamente los receptores del mensaje y debemos asegurarnos que comprendan los
motivos que nos llevaron a adoptar tal o cual decisión.
Como
líderes debemos aceptar que en muchísimos casos nuestros dirigidos no estarán
de acuerdo con las disposiciones que establecemos, no debiendo adoptar medidas
demagógicas que pueden ser contraproducentes en un mediano plazo. Por supuesto
que corresponde que repasemos nuestras decisiones para ver si fueron acertadas,
pero si estamos convencidos que serán beneficiosas para la persona a quien van
dirigida y para el grupo del cual forman parte deberíamos seguir adelante con
ellas, siempre teniendo en cuenta las circunstancias que rodean a cada
cuestión.
Liderar
un grupo, no es simplemente tener una cinta de capitán para desarrollar el ego.
Es una responsabilidad que nos puede dirigir a camino que muchas veces preferiríamos
evitar. Es una constante obligación de tomar decisiones que muchísimas veces no
serán aceptadas en su integridad.
Liderar
un grupo significa tener objetivos claros y concretos que permitan a quienes
nos siguen saber a donde vamos y tener previsibilidad de cómo vamos a actuar en
circunstancias ordinarias.
Liderar
es que nos vean como un colaborador que los podrá ayudar en momentos de
incertidumbre y no en un juzgador inapelable que hará un escarnio público de
los errores que los miembros del grupo podrían tener.
Liderar
un grupo significa potencializar las fortalezas que tienen sus dirigidos.
Liderar
un grupo es hacer mejores personas a quienes lo secundan, que los hace brillar
en sus capacidades y los ayuda en sus debilidades.
Es
una necesidad imperiosa en la actualidad que nuestra sociedad construya lideres
que se pongan al servicio del prójimo, que entiendan que sus capacidades de
organización deben posicionarse al servicio de un fin colectivo, que los va a
llevar a metas superiores a que si actuaran individualmente.
Al
fin al cabo, debemos entender que individualmente nadie se salvara ni crecerá
si no es sociedad.
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