Los que
dicen que las revoluciones árabes son consecuencias de las nuevas tecnologías
tienen razón. Los que dicen que son consecuencia de la exclusión económica y
social también la tienen. Es necesario enunciar la relación explosiva corporal
e inclusión tecnológica para comprender lo que está pasando. En la última
década los precios de los alimentos en todo el mundo no han dejado de aumentar;
según la FAO, entre 2000 y 2010 la inflación ha sido de un 105% en términos
nominales y un 70,20% en términos reales, con un 184% para el aceite, un 110%
para productos lácteos y un 60% para la carne. Pero mientras los precios de los
alimentos no han dejado de aumentar, los precios de las “tecnologías de
representación” no han dejado de bajar: baste pensar, por ejemplo; que hoy
puede adquirirse un teléfono móvil en cualquier lugar de África por un precio
diez veces menor al que costaba hace diez años. En Túnez, por ejemplo, el 100%
de las familias tiene cobertura televisiva; hay 96 teléfonos móviles por cada
100 habitantes, y si el número de computadoras personales sigue siendo bajo (18
cada 100 habitantes), el número de jóvenes con perfil abierto en Facebook es
muy alto (4 millones de abonados a internet). Las cifras del resto del mundo
árabe son iguales y pueden generalizarse a la mayor parte del mundo. Gente que
apenas come, ve en cambio televisión; gente sin trabajo, tiene teléfono móvil;
gente que no puede acceder a bienes de consumos elementales, accede a las
llamadas redes sociales. Sin bien desigualmente repartidas, hay que recordar
que en el mundo hay casi tantos aparatos de televisión como seres humanos, que
ya son 5.000 millones el número de teléfonos celulares y que más de 1.000
millones de personas forman parte de Facebook, Twitters o MySpace……
Fuente: “Las revoluciones árabes. Causas, consecuencias e
impacto en América Latina”, exposición de Santiago Alba Rico, página 59, Capital
Intelectual.