Los tiempos pasan sin tregua, sin perdonar
las distracciones que nos apareja la vida. Y muchas veces nuestra personalidad
que fuera exitosa en alguna oportunidad tienen que dar cabida a los nuevos
tiempos que corren, a los noveles personajes que nos empiezan a acompañar hoy
en día. Como diría Schumpeter, muchas veces nos encontramos ante un proceso de
destrucción creadora, en el cual debemos aniquilar algunas aspectos, que
pudieron ser buenos en distintas circunstancia, para permitir el nacimiento de
lo novedoso. Y por supuesto, en todo nacimiento hay dolor para dar lugar a una
alegría.
Nuestro amigo sabía que tenía que despedir
al héroe que había sido, al que le había dado tantas alegrías, el que lo había
sacado del ostracismo, el que lo había alejado de los que los querían mal, el
que le había hecho perder la ingenuidad en el mundo que lo rodeaba, el que lo
había convertido en ateo. Pero el tiempo había actuado como una criptonita que
había disminuido a su héroe en una caricatura.
Durante años ralentizó su despedida,
trataba que cuando fuera el momento pudiera hasta disfrutarlo, con honores, de
pié.
Cree que lo logró, porque su despedida
tiene que dar lugar cabida a nuevos intereses, a nuevos momentos sin viejas
ataduras que le harán perder preciosos momentos del trayecto final de la vida
que empieza a transitar.
Cree que lo logró, porque no es una
despedida triste. Es una despedida. consensuada. Pactada. Sabían ambas que el
final se avecinaba, hasta necesitaban que se produjera.
Su vieja y nueva personalidad se
encontraron, hablaron entre si. La vieja socarronamente le dijo vos no hubieras
existido sin mi. La nueva se lo agradeció y le respondió, nadie te recordará si
yo no empiezo a existir. La vieja lo sabía, y como los antiguos pistoleros
orgullosos de su pasado y que no están dispuestos a morir frente a ningún
principiante, sin decirlo, le agradece a la nueva su aparición.
La vieja y nueva personalidad se funden en
un abrazo. La nueva sabe que la vieja siempre volverá para algún homenaje,
siempre brillará en alguna tertulia. También sabe que tiene que forjar una
cataratas de éxitos que la vieja alcanzó. No le preocupa. Al fin y al cabo
fracasar es dejar todo lo que tenemos y como siempre deja todo, nunca
fracasara.
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