"La libertad que se ofrece a cada uno no es la del ciudadano, sino la del consumidor, libre de elegir entre productos formateados". Daniel BENSAÏD.
viernes, 29 de mayo de 2015
sábado, 2 de mayo de 2015
Historias para pensar 1: Descriminar al golpeador de mujeres
Alberto escuchaba atónito la historia que
contaba Alejandra, la amiga de su esposa Gabriela. A medida que avanzaba el
relato revivía situaciones en las que él había estado presente y que no le había
encontrado sentido. Los moretones que regularmente le aparecían por culpa de
los tacos altos por las “supuestas” veredas que los gobiernos nunca arreglaban.
Alberto no podía creer que su amigo
Gonzalo, quien en tantas oportunidades había jugado con su hijo, con quien
habían pasado navidades recordando añejas anécdotas, y había sido pareja de
Alejandra hasta hace unos meses luego de dos años de convivencia, la golpeaba a
mansalva.
Alberto ante el quiebre en llanto de
Alejandra frente a su esposa no sabía donde posar la mirada. No sabía si debía
pedirle disculpas por habérselo presentado. No sabía que decir.
Alberto se convirtió en un detective que
pretendía averiguar la autenticidad de los dichos de la amiga de su esposa. Si
bien el relato era concordante con momentos que su memoria identificaba de
manera patente, se negaba a creer que su amigo fuera culpable de tales
atrocidades. En la noche de la confesión llevaron a Alejandra a su casa, y al
salir se encontraron con el encargado del edificio y sin dudarlo le preguntó si
creía posible que un hombre como Gonzalo, quien se pasaba largos horas a solas
conversando con su hijo de vida era el golpeador psicópata que convivía con
Alejandra. La respuesta fue tajante: Gonzalo es un enfermo, durante largos
meses la seguridad del edificio había sufrió los llamados constantes de los
vecinos que escuchan los gritos y llantos de Alejandra cada vez con mayor
frecuencia. Hasta la recepcionista del club, donde concurrían asiduamente con
su esposa y la pareja que conformaban Alejandro y Gonzalo los había visto en
situaciones violentas.
Alberto sintió impotencia. No comprendía como
su amigo Gonzalo se había convertido en un golpeador de mujeres. Habían
compartido miles de historias de barrio donde la mujer es sagrada. Lo había
visto recibirse en la Universidad y desarrollar su profesión de manera
brillante.
Alberto se sentía humillado ante si mismo
por no haber advertido la situación, por no haber siquiera sospechado lo que
pasaba frente a sus narices.
Alberto se sentía defraudado. Gonzalo
siempre se situaba en poder de víctima para que le tuvieran lástima. Un sector
de su mente lo quería encontrar para hablar del tema; la otro prefería que
desapareciera del mapa, no quería volver a verlo nunca.
Alberto fue al club de siempre, y todavía
con el coctel de la incredulidad e ira que le provocaba la situación, y se
encontró con Gonzalo en el gimnasio.
Alberto solo atinó a decirle: “Espero que
tengas las agallas para que me pegues a mi. Te espero en la puerta, por que la
gente no merece enterarse que está compartiendo un lugar con un cobarde golpeador
de mujeres!!!!”.
Alberto salió del salón de musculación y
lo miraba atentamente desde la entrada. Veía como Gonzalo hacía llamados a través de su teléfono de
manera intensa, casi frenética.
Alberto vió como llegaron tres autos de
policía con sus sirenas y bajaban al mejor estilo de un comando de guerra.
Preguntaron donde estaba la persona que estaba esperando a un masculino llamado
Gonzalo Pereyra Arteaga para matarlo. Sorpresa y rabia de los policías cuando escucharon la
historia. Sorpresa porque Gonzalo se había arrepentido del llamado al Comando
policial y había producido tal revuelo.
Alberto quedó en boca del todo el club.
Cuando escuchaban las historias los distintos socios del lugar, entre el horror
de la situación y tratando de no perder
tiempo para sus distintas actividades deportivas, apoyaban a Alberto.
Alberto observó como la policía se llevaba
a Gonzalo para que ratificara la denuncia, y le guiñaban el ojo mientras se
despedían de él, y el último de los agentes policiales le susurraba: “quédate
tranquilo!!! Ya le vamos hacen entender que a las mujeres no se les pega!!.
Alberto volvió ingresar al club. A quien
se le cruzó les contó la historia de manera verborrágica, como si tratara de
demostrar que el mal momento que habían vivido en el lugar tenía justificativo
para dejar de lado sus propios intereses.
Alberto antes de dormirse se puso a
meditar. Se preguntaba si la gente que lo conocía a Gonzalo lo iba a
discriminar, no entablando conversación cuando se cruzaran con él. Si lo iban a
dejar sin trabajo. Temía que la noticia fuera devorada en unos días, como toda
noticia de la actualidad que es devorada por una nueva.
Alberto se preguntaba si estaba bien
pensar que todos sus amigos también debían discriminar a Gonzalo hasta tanto
sintiera remordimiento y efectuara los
tratamientos psicológicos que correspondiere.
Alberto sabe que Alejandra también iba
tener que efectuar replanteos y recurrir a la ayuda que quisiera para que no se
le volviera a repetir situaciones del mismo tenor en sus nuevas relaciones
sentimentales.
Alberto sabe que hoy y mañana
“#todosSomosAlberto”, pero teme que pasado mañana nadie se acuerdo del tema y
que Gonzalo no sea discriminado hasta tanto demuestre un real arrepentimiento.
Es más, que apenas se recuerde la anécdota del día que el “loquito” de Alberto
provocó que vinieran policías por unas bravuconadas contra otro socio del
club…….
Suscribirse a:
Entradas (Atom)