Así apodan al barrio oeste de la Ciudad.
Los inmuebles son todos idénticos en la zona, todos hechos de gigantescos cristales sostenidos por vigas de acero. Un amplio techo ocupa el lugar del cielo y exhibe eternamente un clima gris con la amenaza perpetua de una lluvia que no se desata nunca. Todo ha sido climatizado, todo es artificial, la temperatura es constante y el aire es reemplazado de noche y de día por un calor farmaceútico, una atmósfera sobrecalentada por medio de unos potentes radiadores. La luz reina tanto o más que el calor, uniforme, estancada, abrumadora.
En el invernadero no hay vegetación porque ésta fue reemplazada por los hombres.
Los habitantes de esta zona son todos desempleados a la fuerza, mantenidos por el Estado. Viven sin gastos ni impuestos en amplias celdas totalmente vacías. Sus comidas son enviadas gratuitamente a domicilios, en horarios regulares.
A los hombres se le quita la menor preocupación, la menor tarea para existir. Todo se le evita. No deben preocuparse de nada. De nada más que vivir. Y esperar un desenlace. De este modo sobreviven y cada noche no les trae sino la estricta certeza de una próxima jornada que será idéntica a todas las vividas.-
Cualquier imprevisto ha sido eliminado. En ningún caso, jamás; puede haber algún incidente o algún cambio.
Los habitantes, aún cuando salen a la calle, se hallan en medio de una temperatura siempre elevada, bajo una misma luz, en una calle cuyo decorado desierto es igual al de todos los interiores. Ya nada se puede intentar, ya no hay objetos ni medios con los que hacer intento alguno. Ya no hay ninguna posibilidad.
Pero, incluso si la hubiera, nadie podría aprovecharla; los habitantes del barrio se han vuelto hace tiempo unos seres fláccidos, unos bulbos de carne rosa que se inflan lentamente. A la postre serán todos similares, reducidos a sus funciones básicas: nacer, comer, dormir, concebir una vez al año, marchitarse y morir de inercia al llegar al crepúsculo, como inmensas plantas que conforman una novedosa rama bajo la etiqueta “Especie humana: familia de los parásitos”
Los inmuebles son todos idénticos en la zona, todos hechos de gigantescos cristales sostenidos por vigas de acero. Un amplio techo ocupa el lugar del cielo y exhibe eternamente un clima gris con la amenaza perpetua de una lluvia que no se desata nunca. Todo ha sido climatizado, todo es artificial, la temperatura es constante y el aire es reemplazado de noche y de día por un calor farmaceútico, una atmósfera sobrecalentada por medio de unos potentes radiadores. La luz reina tanto o más que el calor, uniforme, estancada, abrumadora.
En el invernadero no hay vegetación porque ésta fue reemplazada por los hombres.
Los habitantes de esta zona son todos desempleados a la fuerza, mantenidos por el Estado. Viven sin gastos ni impuestos en amplias celdas totalmente vacías. Sus comidas son enviadas gratuitamente a domicilios, en horarios regulares.
A los hombres se le quita la menor preocupación, la menor tarea para existir. Todo se le evita. No deben preocuparse de nada. De nada más que vivir. Y esperar un desenlace. De este modo sobreviven y cada noche no les trae sino la estricta certeza de una próxima jornada que será idéntica a todas las vividas.-
Cualquier imprevisto ha sido eliminado. En ningún caso, jamás; puede haber algún incidente o algún cambio.
Los habitantes, aún cuando salen a la calle, se hallan en medio de una temperatura siempre elevada, bajo una misma luz, en una calle cuyo decorado desierto es igual al de todos los interiores. Ya nada se puede intentar, ya no hay objetos ni medios con los que hacer intento alguno. Ya no hay ninguna posibilidad.
Pero, incluso si la hubiera, nadie podría aprovecharla; los habitantes del barrio se han vuelto hace tiempo unos seres fláccidos, unos bulbos de carne rosa que se inflan lentamente. A la postre serán todos similares, reducidos a sus funciones básicas: nacer, comer, dormir, concebir una vez al año, marchitarse y morir de inercia al llegar al crepúsculo, como inmensas plantas que conforman una novedosa rama bajo la etiqueta “Especie humana: familia de los parásitos”
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