
Lo más paradójico, es que cuando se entabla diálogo con ellos hacen gala de una sabiduría y un ejercicio de su profesión como si nos encontráramos ante el Roger Federer de la actividad, lo que nos convence a contratarlos. Entiendo que no nos mienten cuando describen como encararán la situación que uno les plantea, con la maestría que ejecutarán sus ideas y la pulcritud y puntualidad con la que actuarán. Pero….
En el desenvolvimiento de las tareas que se le encargan empiezan a ser atrapados por la telaraña de la vida diaria, empiezan a utilizar excusas archiconocidas por quienes somos habitúes de contratar el servicio que nos vende.
La pregunta que se impone, que es lo que hace devaluar el servicio que nos prometes y están convencidos que nos pueden dar y el que realmente entregan?.
Sin lugar a dudas, los profesionales terminan siendo devorados por el día a día, fundamentado principalmente en una mala organización de sus actividades, que lo llevan a reuniones interminables, falta de concentración en su trabajo, y demás problemas.
Parafraseando a Napoléon, adquiere los servicios de un profesional por lo que vale y trata de venderlo por lo que él dice que vale y te harás millonario
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