La vida laboral me ha llevado últimamente
por los países de Centroamérica de Guatemala y Paramá. Son países en general
pobres, dependientes en sumo grado de Estados Unidos, con territorios y poblaciones pequeñas, con importantes
problemas de inseguridad, pero en general la clase media y alta de sus países
se las observa felices del país que les toco, con ganas de desarrollar
proyectos a pesar de la constantes críticas que se guardan para los políticos
corruptos, de los cuales se enorgullecen en conocer.
En
este punto debo sostener que en la Argentina, las clases medias y altas lo
único que hacen es quejarse y criticar constantemente a su país, como si ellas
hubieran venido a habitarlas en los últimos dos años y no tuvieran nada que ver
con la realidad con la que conviven. Y ese malestar constante repercute a la
hora de general nuevos proyectos. Nuevos proyectos que tanto el estado como
esos ciudadanos privilegiados tienen la obligación de promover para que un país
funcione.
De
una vez por todas debemos dejar de culpar a los gobiernos de turnos de nuestros
sinsabores y ponernos a laborar sin descanso en lo que creemos, en lo que
soñamos. Debemos dejar de tener miedo a la palabra fracaso y redefinirla como
no alcanzar los objetivos porque no hemos realizado todo nuestro esfuerzo
posible. Cuando los objetivos no se alcanzan a pesar de haber dejado todo NO ES
FRACASO, simplemente objetivo que se deben reformular tanto en su estrategia o
en su táctica para lograrlos o pasar a nuevos objetivos. Nunca debemos
sentirnos humillados por tratar de realizar proyectos, por más estrafalarios
que sean.
Lamentablemente
en nuestra querida Argentina se critica
constantemente al que pretende hacer, porque deja en evidencia nuestras
perezas, nuestra falta de compromiso por jugarnos por lo que queremos y para
justificar nuestra inactividad en los temas que nos interesa.
El
entorno nos condiciona sin lugar a dudas, pero también tenemos que entender que
somos parte de ese entorno y debemos empujar, traccionar para modificarlo,
romper los marcos que detienen nuestro crecimiento. Marcos anticrecimiento que
gran parte de nuestra juventud los acepta pasivamente. Cada vez son más los
jóvenes-viejos que aceptan incrédulos que el mundo tiene la obligación de
darles todo hecho. Bienvenidos al mundo jóvenes-viejos, el mundo simplemente
les va a dar un lugar para habitar, son ustedes los que tienen que forjarse los
nuevos ideales que pretender entronizar para cuando les toque gobernar la
sociedad.
Necesitamos
nuevos Rolling Stone, nuevos Pink Floyd, nuevos Andy Wharhol, un nuevo Cortázar,
que rompan un conservadurismo que paradójicamente no tiene nada que conservar.
El
material para que nuestra juventud disponga todo su empeño en cada meta que se
proponga está, es la generación que la gobierna quien debe realizar todos los
esfuerzos que se encuentre a su alcance para que consigna vivir en una Argentina
más feliz y unida de la que nos toca vivir en estos días de nervios crispados.